Pro-vocación no es una portada oscura con una calavera siniestra. Provocación son poco más de 15 gramos puestos sobre la mesa. De papel blanco, negro, manchado de tinta y que, por no ensuciar con palabras secas ni gotas de tinto, guardo para más tarde (curiosas, rabiosas, mis ganas de olisquear!)

Un peso liviano en mi bolso que se convierte en plumas de plomo y metralla, que estalla, por vocación y por devoción, de 90 cabezas pensantes que comparten delirios, promesas, premisas, quién sabe si prometidos. Y compiten a gritos y susurros, en prosa y en verso, dejando retazos de historias y trazos, y trozos, de fotografía y carboncillo en 70 páginas.

Per-versión V de una saga que empezó hace algunos años con la primera recolección de poemas, fotos e ilustraciones hecha por Escandar Algeet y cuya próxima edición entraña tanto o más misterio que algunas de las memorias que aquí se cuentan. El arte de follarse a las mentes requiere mucho más tiempo y dedicación que el de los cuerpos. Disfrutad pues, del banquete de sensibilidades que se ofrece con sentidos, y alegres, los vuestros.

Para hacerse con esta mercancía no hace falta correr, ni esperar a que caiga el día. Son sólo camellos de barrio y barra que trafican con hechos, con, y por la palabra. Tuve la suerte de conocer al Capo de la banda en circunstancias extrañas: salí a comerme Malasaña y bien pude volver escupiendo polvo. Y de lo que pudo ser y no fue, quise invitarle a una caña, que se convirtieron en dos, tres, cuatro de la mañana cuando llego a mi cama. Y sin comerlo, y bebiéndomelo todo (lo mismo da vino, cerveza, que marihuana de fresa), había recogido un testigo; poesía de mano en mano y vaso de boca en boca. La coincidencia existe, la casualidad es otra cosa.

Re comiendo, por no sé qué vez, algunas de estas historias y sin haber digerido tantas otras, me doy cuenta de que quizá os haya leído una carta incompleta. Aquí tenéis lo que resta, donde llega el entendimiento, siempre llega la letra.

SARA SÁNCHEZ