Aterricé en Marrakech dispuesta a sudar hasta la última gota de rutina y lista para embriagarme de olores y sabores, y dejarme seducir por los vientos del sur en Essaouira. Llegar a aquella ciudad costera después de un par de días de asfixia en Marrakech fue un soplo de aire fresco, y no sólo por los alíseos, que soplan con fuerza.
Fue maravilloso cruzar la muralla y descubrir una medina tan viva, en la que los niños son niños que corretean entre calles y callejones que separan las casas de adobe blanco, las mujeres sonríen, hablan idiomas y hacen fotos, si están de turismo, y los hombres, reparten su actividad entre la pesca, los talleres de madera o telas y el comercio. En las calles del interior se mezclan y alternan los olores de dulces de almendra y crepes de miel con el del té de menta, y se siente un rumor de fondo de reggae con acento árabe.
También se respira un ambiente cultural que atrapa de inmediato. Aún avisada, me maravilló comprobar por mí misma, y de un modo tan sensorial, que aquello era cierto; que las tiendas de música y exposiciones de arte se encontraban a cada paso y que cada tambor, timbal o caja de cartón era susceptible de ser tocado en locales, calles y tiendas a cualquier hora.
En junio se ha celebrado el 15 aniversario del Festival Gnawa y Músicas del Mundo, albergando más de 40 actuaciones de más de 300 artistas entre músicos de la tierra, dedicados al folck tradicional y algunas jóvenes promesas del gnawa moderno, y una larga lista de artistas internacionales.
El Festival dura tres días y es ya conocido como una de las jam sessions más espectaculares del mundo, en las que los Maalem, músicos maestros marroquíes, se funden en un diálogo cultural, e improvisado en muchas ocasiones, con músicos de otras partes del mundo que vienen de estilos tan dispares como el jazz, el blues, el reggae o el hip hop y el rap, consiguiendo resultados extraordinarios que renuevan y rejuvenecen el sonido gnawa.
Si bien con el tiempo el sonido gnawa no ha perdido su esencia evocadora, la solemnidad de la música y letra se han ido haciendo cada vez más terrenales, más profanas, y convirtiéndose, sobre todo, en una especie de diálogo de expresión cultural. El estilo tradicional se ha ido fusionando con diferentes estilos, calando hondo en el jazz, el blues y el reggae. Alrededor de los años 90 fue el verdadero estallido de grupos de gnawa moderno que, con miembros de diferentes nacionalidades y orígenes empezaron a fusionar aquel sonido con ritmos occidentales. Y esta corriente de mestizaje musical y cultural se afianzó definitivamente cuando ocho años después se inauguró la primera edición del Festival Gnawa, que rápidamente se asumió como uno de los eventos más importantes de la agenda cultural Marroquí. Y aunque la lista es infinita, algunos de los grupos más sonados de esta corriente podrían ser Gnawa Diffusion, Ganga Fusion o MoorRokin’time.
Tradicionalmente la música gnawa se utilizaba con fines religiosos y terapéuticos, sirviendo de hilo conductor espiritual en liturgias y rituales sagrados, denominados lila o derdeba, en los que los participantes invocaban a siete santos y entidades sobrenaturales a través de unos pocos instrumentos como son las castañuelas de hierro, laúdes de tres cuerdas, laúdes arqueadas y grandes tambores, unidos a una musicalidad vocal, que desde la propia naturaleza del lenguaje se caracteriza por enfatizar las tónicas.
Al llegar a Essaouira y empezar a oír hablar de gnawa, el nombre me resultaba muy familiar, y tardé poco en comprender que, sin saberlo, ya había escuchado aquella música y me había interesado por ella años atrás, cuando en una tetería de Madrid, me enamoré de la música que había de fondo y pregunté al camarero. Eran Gnawa Diffusion, un grupo francés que hace música gnawa desde hace años y que es de los más conocidos a nivel internacional. Me gustó mucho y me reconfortó por dentro encontrar aquella conexión y, sobre todo, que sirviese de tendida de mano y vía de comunicación cómoda con aquel chico de la tienda de discos.
SARA SÁNCHEZ
Interesante viaje y articulo cuyo contenido me era completamente desonocido, espero realizar seguimiento de la la música gnawa y sus alrededores culturales siempre más que atractivos.
Beunos videos musicales.
Cuando leia el artículo me han venido a la memoria el Sahara y el tema de Aute “Hafa Caffe” “El cielo Protector” de Paul Bowles y la peli de Bertolucci.
Gracias por compartir la experiencia.
Martin