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El Patio vive

patio_masquecine1Ayer los reyes magos desalojaron el Patio Maravillas. Y me jode. Y me cabrea. Podría hacer ahora una disertación sobre la legitimidad de la okupación hoy en día que la vivienda y los espacios sociales son “artículos” de lujo. Pero el que no se haya dado cuenta de esto a estas alturas es, simplemente, un obtuso. Hoy son las vísceras las que piden paso, y a través de ellas os hablo.

Y mis vísceras recuerdan que el día que se okupó el Patio, rápidamente los reyes magos rodearon el edificio separando a los que se encontraban fuera de los que estaban dentro. Esperaban órdenes de arriba. Y mientras esperaban, un pequeño rumor fue creciendo desde las gargantas de los que estaban fuera, contagiando a las gargantas vecinas y a las que se encontraban dentro, y en poco tiempo, varias generaciones de gargantas cantaban al unísono “Ellos dicen mierda, nosotros amen, amen, amenudo llueve…” de la Polla Records. Con esa declaración de intenciones, se abrió un espacio en el que la única promesa sería que no habría promesas. Y en un mundo como el que habitamos hoy, un papel en blanco tiene mucho más valor del que creemos.

Pero mis vísceras también recuerdan el día en que un grupo de entre cincuenta y mil personas jugamos al rescate por equipos en aquel espacio que, durante diez años, había permanecido vacío a la espera de un buen postor que midiera los metros cuadrados por euros y no por las posibilidades de escondites que este ofrecía. El vacío y el eco que produce la especulación en el interior de los edificios, ese día se convirtió en un jolgorio gratuito que ningún político conoce ni conocerá nunca. Sentaos en la inmaculada nueva plaza de Callao a esperar que ocurra algo parecido en cualquiera de sus rincones de cemento y lo único que encontrareis será la muerte si esperáis lo suficiente.

Y mis vísceras sonríen cuando recuerdan el día que me encontré en medio del patio interior una canasta y a dos improvisados jugadores de baloncesto echándose unos tiritos como si cualquier cosa. Y sonrieron más aún cuando una semana después, dentro de la cesta había una silla colocada a modo de flor en su maceta, o de cuadro cubista; o quizás era un balón con forma de silla; o una maceta con forma de canasta. Y no os creáis que alguien se inmutaba o intentaba cambiar el orden de las cosas. Y no lo hacían porque sabían que en ese espacio nunca nadie prometió nada, y mucho menos, que las cosas tendrían un orden.

Pero aunque las cosas no tuvieran orden ni concierto, esas cosas “sucedían”. Y sucedían porque en estos espacios habita la vida, pero no la vida pusilánime que habita el metro cada día, ni la que se abre paso a empujones por las calles, que es vida sedada o casi muerte. En estos espacios, la vida surge a borbotones del buje de una rueda y de la mirada cómplice; del cuarteto de cuerda o de los niños que corretean por un recreo sin normas; del olor a comida rica o a las flores que surgieron solas de los tiestos. Pero, sobre todo, vida que surge de la certeza de que sin experimentación, la vida se muere. Y esta idea, aparentemente intrascendente, es peligrosa pues imagínense qué podría ocurrir si este ejemplo se propagase por el resto de los grises lugares que habitan la ciudad. Por esta razón, unas cuarenta furgonetas de reyes magos (pongan una media de cinco reyes magos por furgoneta y echen cuentas) han sido empleadas para desalojar a tres personas. Y lo que se han encontrado, una vez más, es que no han podido identificar, ni apresar ni interrogar a la vida que ha habitado ese espacio durante dos años porque ésta ya estaba en otro lugar… en la calle del Pez.

¡Viva la vida! ¡Muera la muerte!

¡El Patio vive, la lucha sigue!

TEXTO: TARANTINI

FOTO: MARIÁN RAMIS

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2 Comments

  1. Carlos
    7 Enero 2010

    excelente!!

  2. aL
    6 Enero 2010

    brutal, mucha suerte chicos en vuestro nuevo destino

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