Ryan Adams y sus infiernos fueron la banda sonora de mi único invierno danés. Un invierno cálido, alejado de casa y encerrado en un cuarto amplio y repleto de fotografías del hogar, la familia y los amigos. Hace más de seis años de aquello y todavía recuerdo como el sueño se apoderaba de mí escuchando ‘Love is Hell’ noche tras noche. Las mañanas comenzaban con “Gold” y leyendo en la cama. Pocas cosas me suenan ahora tan placenteras como aquellas oscuras mañanas de edredón nórdico, café y muchos cigarros mientras descubría nuevas canciones y me deslumbraba con el enorme talento de Adams. Durante aquel 2005 el músico estadounidense publicaría tres discos, el cándido “Cold Roses”, el enérgico “Jacksonville” y “29”, el disco que celebraba haber superado la barrera vital de los 28 años sin perecer en el intento.
Aquellos eran los días grandes de Adams, un tipo que entre el 2000 y el 2005 publicaría ocho discos, en 2007 firmaría otro doblete para luego ir recuperando viejo material hasta el esperado anuncio de que “Ashes and Fire” llegaría a las tiendas antes de que terminase el año.
Ese día ha llegado y tras unos años de sequía los tres cuartos de hora de música que Adams nos ofrece saben a caviar, a percebes, a un lujo exclusivo tras años de atracones de buena música que quizá nos hicieran olvidar lo bueno que es este tipo. La primera escucha de “Ashes and Fire” me ha devuelto a ese invierno, esas sensaciones placenteras que son parte del poder evocador de la música. El disco entra solo, adormilando los miedos, alejando los fantasmas, recuperando esa tristeza tan bella que solo los grandes artistas son capaces de recrear.
Escucha entero el nuevo disco de Ryan Adams en NPR
ALFONSO CARDENAL
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