Mucho se está hablando de Boyhood (Momentos de vida), de Richard Linklater. El hecho de que se haya rodado durante 12 años, plasmando así la evolución, sobre todo física, de unos actores, la convierte en el gancho perfecto para cualquier titular que se precie. Pero también se escuchan y leen comentarios que afirman que precisamente es esa su única baza, que por lo demás la película es normalita, del montón. Nada más lejos. El paso de los años es anecdótico aunque, todo sea dicho, la película sin ese gran matiz sería otra. Porque esos personajes se han ido construyendo y han ido aportando a la historia experiencias; y porque este es un gran proyecto que pasará a la historia del cine y que denota una gran valentía por parte del creador y del equipo. “No había ningún precedente”, dice el director. “Los contratos de doce años no existen en el cine. Solo les pedí que se comprometieran, tuvieran fe y saltaran al vacío conmigo”.
Dicho esto, Boyhood es mucho más que una curiosidad o un experimento. Boyhood son casi tres horas de delicioso cine, de un soberbio guion cargado de reflexiones maravillosas (¿Qué te hace pensar que los elfos pueden ser más mágicos que las ballenas? ó ¿Realmente quiero ir a la universidad, hacer lo que todo el mundo hace? ¿Para qué? Mi madre lo hizo, y está tan confusa como yo), y actuaciones y dirección impolutas. Una hermosa historia sobre el paso de los años, sobre las relaciones familiares, la niñez, la juventud, la madurez de unos personajes (y no sólo de los niños), pero sobre todo una bellisima película.
VANESSA PASCUAL
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