“El chico se queda en la película”, esta profética frase cambió el rumbo de la vida de Robert Evans (1930). A finales de los años cincuenta el joven Evans recibió dos ofertas en menos de seis meses para hacer cine en Hollywood mientras trabaja en la exitosa empresa de pantalones para mujeres de su hermano en Nueva York. Comenzó a trabajar en el cine por diversión, pero no era bueno, al menos así lo admite él en el documental “El chico que conquistó Hollywood” (Nanette Burstein, 2002).
El joven actor no tardó en darse cuenta de que su vida delante de la cámara no sería muy larga y exitosa. Mientras trabajaba en “Fiesta” (basada en una novela taurina de Ernest Hemingway), Tyrone Power, Ava Gadner y el resto del reparto escribió una carta al productor pidiendo el despido de Evans. El productor llegó, vio una prueba de Evans en México, donde aprendía a torear, y pronunció la profética frase del comienzo de este artículo. Evans se dio cuenta de algo, él no quería ser actor, él sería el hombre que manda, el que contrata y el que despide.
Poco tiempo después Robert Evans entraba a trabajar en Paramount, la novena productora del país a comienzos de los años sesenta. El joven Evans, apenas con algo de experiencia, aceptó el reto de llevar a Paramount a la cima de la industria cinematográfica, pero no fue fácil. Estuvo al borde del despido en varias ocasiones y cuando éste finalmente se iba a materializar, Evans llegó a la reunión clave con dos regalos para el mundo: “Love Story” y “El Padrino”. No sólo salvó Paramount, la convirtió en la primera productora del mundo, ganó cinco Oscar, se casó con las mujeres más bellas del mundo y cambió la estructura de Hollywood con un nuevo tipo de cine. Descubrió a Mario Puzo y a Francis Ford Coppola, se peleó hasta la muerte con ellos, compró la mejor casa de Bell Air, picó a Mia Farrow para que se divorciase de Sinatra, a la par que entraba en los estrenos acompañado de gente como Henry Kissinger y… conquistó Hollywood.
Pero como una buena película este documental tiene intriga. Tras el estreno de “Cottom Club” cayó en desgracia y en una trampa tendida por la DEA cuando un amigo le ofreció comprar cocaína. Poco después fue declarado sospechoso en un homicidio. De las dos cosas salió libre, pero el escándalo estaba servido, su vida personal destrozada y su economía tan castigada que tuvo que vender la joya de la corona, su mejor casa. Evans se hundió e ingresó en un centro psiquiátrico voluntariamente. Poco tiempo después se escaparía y su amigo Jack Nicholson recuperaría su casa suplicando al nuevo propietario.
Poco a poco, el chico más importante de Hollywood, volvía a la brecha, pero no sería hasta que una mano amiga apareció en su rescate, un joven al que él hizo debutar era nombrado nuevo jefe de Paramount, una llamada devolvió a Evans su despacho y su libertad para trabajar. Su carrera nunca volvió a ofrecer regalos al mundo de tan magno impactó, pero se quedo en la montaña con las letras blancas.
“El chico que conquistó Hollywood” (Nanette Burstein, 2002), basado en la autobiografía de Robert Evans, es un increíble recorrido por la vida de uno de los hombres más importantes de cine americano, un recorrido ameno y teatral por la última época dorada del cine de la mano de uno de sus protagonistas. Una divertida historia del sueño americano llevado a las últimas consecuencias.
ALFONSO CARDENAL
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